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lunes, 19 de abril de 2021

PUNTOS CARDINALES ~ Epistolario del 21✒📮


Querida Alison:

Qué divertidas me son siempre tus andanzas entre el jardín y el arroyo donde paseas con tu perro Scamp todos los días. Te confieso que me desternillé con la anécdota de los huevos de Pascua recubiertos de chocolate. En lo referente al tema central de tu carta, estoy totalmente de acuerdo contigo. Le hemos hecho justicia a la Semana Santa. Honrándola como se merece. Dándole su lugar, mientras celebramos la llegada de la primavera. Borrando el ingrato recuerdo del año pasado. En realidad, ha sido un auténtico placer poder centrarnos en ambas. Convirtiendo finales de marzo y principios de abril en un tiempo de luz que nos hará sentir bien cuando al invierno lo rememoremos. Francamente, al igual que vosotros, no sé cuántas horas invertimos en el jardín para que estuviese a punto el Domingo de Ramos. Como consecuencia mi piel que con un poco de sol se torna morena, ya lo está a estas alturas del año. Pero no importa, enorme es la satisfacción. Lo conseguimos. Y el jardín, por fin, luce hermoso y equilibrado. Sobre todo equilibrado. Sueño, mi irlandesa preferida, con el día en que todo él será una explosión de color. Ahora sólo queda esperar, puesto que (de nuevo) es el transcurso del tiempo quien obra el milagro. Siempre he pensado, amiga mía, que sí en verdad la disciplina, el esfuerzo, el talento y la inteligencia se disponen al servicio del trabajo, lo mediocre se esfuma, y se puede llegar a conseguir un resultado aceptable (dentro de las posibilidades dadas) en todo lo que se acomete. Al comenzar sabíamos que borrar el rastro del invierno e insuflarle vida al jardín no sería una tontería. Por eso repensé muchísimo la nueva distribución que deseaba darle al exterior de La Madriguera. Me detuve (en días dispares y a diferentes horas) en cada punto cardinal y observé el espacio que podía aprovechar como también sus luces y sus sombras. Tras cambios y distribuciones transitorias encontré el equilibrio que deseaba, bajo la premisa de que en todas las estaciones hubiese floración y que el discurrir de la luz del sol (como si se tratase de un río) bañase todo el jardín por zonas a lo largo del día sin sofocarlo. De tal manera que dividimos la parte este del jardín con un antiguo bebedero de piedra natural del granero y en su norte sembramos plantas aromáticas que en una especie de milagro con los años acabarán a la sombra del vigoroso y espléndido Júpiter con el que el viejo Gerrit nos obsequió; y el sur del bebedero (cerca del gran árbol) lo habilitamos como rosaleda. En el norte del jardín, reinan mis margaritas (al lado de nísperos, fortunellas y citrofortunellas) enmarcando el porche que es donde van a desembocar las mañanas con sus mediodías. Si llegados a este punto, mi querida Alison, te preguntas por la parte oeste del exterior de La Madriguera: te indico que no hay jardín que valga (salvo algunos parterres naturales con flores silvestres) pues el oeste de La Madriguera es una vasta extensión de pradera comunal. En cuanto a todas las demás plantas y bulbos han ido directamente a parar al sur de La Madriguera como ofrenda a los pies del gran árbol y de su hijo. También los tuyos. Te agradezco enormemente los bulbos de narcisos que como regalo acompañaban tu carta. Sembrados están a los pies del gran árbol, y el próximo febrero con sus pequeñas y testarudas flores amarillas serán quienes le cuenten tu historia. Recuerdo en este instante que fue Bill Toro Alto (el anciano cheyene) quien me contó que a los árboles les encanta escuchar las viejas palabras. Debo confesarte, amiga mía, que mucho me gustan las flores y las plantas, pero por quien en verdad siento debilidad es por los árboles. Me inspiran confianza. Es como si al contemplarlos, al hablarles con el corazón, al posar mis manos en ellos, al tenerlos cerca, nada pudiese salir mal. Sé que de alguna manera me sostienen. No me cabe la más mínima duda. Les honro porque los admiro y respeto. Siento en lo más profundo del alma tanto sus heridas como sus alegrías, y al igual que tú (cuando paseas entre ellos siguiendo el curso del arroyo) vivo con la certeza de que acompañan mi caminar. Verdaderamente siempre están ahí. 

Me despido por hoy, mi queridísima amiga, deseo que estas palabras sean compañía en tu amada Irlanda como las tuyas lo son para mí en La Madriguera. Junto a ellas te envío unos bulbos de amarilis rojos.

Te abrazo muy fuerte. Te abrazo sin distancia social. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 19 de Abril de 2021 )