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lunes, 15 de marzo de 2021

15 de Marzo ~ Diario del discurrir ✒🌞👣🌬

 


Llueve ferozmente en todas direcciones. Los caminos de nuevo están impracticables. Y mis pasos se han detenido en el umbral de La Madriguera, resignados. El mundo de ahí afuera, hoy, pertenece a la lluvia. Ni siquiera contemplo la posibilidad de sentarme en el porche a leer. Así que me quedo en el interior de La Madriguera, acogedora y caliente, y escribo estas palabras en el diario del discurrir. No sin antes observar de nuevo el exterior, percibiendo en mí, las ganas de estar en él. Reconozco que sin darme cuenta últimamente paso revista al cielo, a los árboles, a las plantas. Busco en sus oscilaciones la respuesta. En su desembarazo indicios de primavera. Ayer (al mediodía) realicé la misma comprobación y aun sabiendo que la temperatura no sería agradable, me puse el abrigo y me senté en el porche a leer durante unas cuantas horas. Me encanta leer en el exterior. A la luz del día. Sin importarme la tonalidad del cielo, ni si va cargado de sol, viento o lluvia. Lo relevante para mí es estar donde la existencia es una vivencia sin filtros. Quizás por eso encuentro mayor satisfacción en leer afuera. Ya que en el exterior sólo estamos la historia leída y yo, sostenidas ambas en el aire, en mitad de lo que es real sin falsedades ni falacias, sin trampantojos ni luces de gas. En el exterior la historia se mide con todo su peso. Y si es, es; y si no es, nunca será. En los últimos años son muchos más los libros que he leído a la intemperie que al abrigo del hogar. Es posible que a ese hecho se le una que en el interior ocupa mi tiempo el trabajo y que en el exterior es donde disfruto de tiempo de asueto. Seguramente, hoy por hoy, esa razón decanta la balanza hacia un lado y no hacia otro. Pero las preferencias que jamás pueden dejarse de lado, existen: y en la actualidad de preferir prefiero leer afuera, sin paredes y sin techo. Me regodeo enormemente al pensar en las hechuras de los días que vendrán. Primavera, porche, lectura. Verano, porche, lectura. Días más, días menos: seis meses que están a punto de comenzar. Tengo la costumbre por esta época (desde décadas) de reservar al menos dos buenas lecturas escogidas con tino e ilusión para las vacaciones de Semana Santa, es decir, para cuando en realidad se inaugura la vida de afuera con la Pascua de Resurrección. Así que un año más, en los preparativos para darle la bienvenida a la primavera, del mismo modo como no me he olvidado de pasar por el invernadero para adquirir: un níspero, un rosal, un hibiscos y unas margaritas; tampoco me he olvidado de la librería, y en el cesto de lecturas pendientes, lucen ya ejemplares por estrenar. Si me obligase a recordar podría nombrar título a título los libros que he leído en cada Semana Santa, pero no voy hacerlo. No deseo que este diario del discurrir se convierta en un compendio de listas. No. Este diario, como el diario natural (como todos los diarios) es una manera de anclar la existencia, de fijarla, de preservarla del olvido. Escribes un diario no por la necesidad de escribir sin ton ni son. No. Lo escribes porque sin él pierdes la belleza de lo rutinario, de las pequeñas cosas, de los detalles, de lo que verdaderamente te emociona sin aspavientos. Sin el diario, extravías lo que conforma tu día a día, tu vida real. Además para un contador de historias es un excelente modo de mantenerse en forma. Son las diez de la mañana, afuera sigue lloviendo con la misma tenacidad. Apago la luz que ilumina esta página, por hoy. En La Madriguera hay una cocina y en la cocina me espera ese otro trabajo que consiste en mezclar y unir alimentos, en lugar de palabras, y que en una suerte de alquimia se obtienen provechosos y ricos platos, en vez, de reconfortantes historias. Enciendo la luz en mi zona de trabajo entre fogones, donde siempre me he sentido tremendamente en paz. Sonrío y me pongo a trabajar. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 15 de Marzo de 2021 )