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lunes, 22 de febrero de 2021

22 de Febrero ~ Diario del discurrir ✒🌞👣🌬


El cielo plúmbeo de febrero me acompaña en mi caminar en el último lunes del mes. Una vez completado el trayecto, en esta jornada, sigo caminando para dirigirme a la pradera nevada situada detrás de la granja de los Tuck. Al aproximarme a la granja distingo la silueta de Molly Tuck tras el cristal de su cocina. La luz ilumina su persona mientras prepara su popular bizcocho de azúcar. Al notar mi presencia, levanta la cabeza, y al verme, me saluda con la mano; yo hago lo propio: la saludo, no sólo con la mano y la sonrisa, también con los ojos y con el corazón inundado de lealtad y del compromiso explícito y diario con los valores de la gente de bien. Seguramente desde primera hora de la mañana Molly habrá saludado a otros tantos como yo, que en este día, han decidido encarar sus pasos hacia su granja albergando en su interior un sentir parecido al mío. Personalmente acudo a la pradera sabiéndome mortal, como acudía siendo niña a la misa del Miércoles de Ceniza. Recuerdo que me sentía en paz, como si todo volviese a su orden natural, cuando trazaban una cruz en mi frente. Recuerdo acudir sola y regresar a casa sintiéndome liviana. Y, ahora, con estos años y en la pradera de los Tuck, me he vuelto a sentir igual que entonces. Si en aquella época era con una cruz en la frente dibujada con las cenizas de la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año anterior, en la actualidad, es con el Toque de Silencio que en la pradera, el primer lunes de Cuaresma a las diez y media de la mañana, interpreta con la trompeta Grant, el hijo menor de los Tuck, en honor a todas las personas que anónimamente han fallecido durante el año. Un acto que cobra todo su sentido en el hoy cruel y pandémico en que desgraciadamente los muertos se cuentan por decenas de miles y son sólo fastidiosos números para las inmisericordes estadísticas y los indecentes e ineptos gobernantes. ¿Cómo no estar ahí, presentando mis respetos y tomando verdadera conciencia de la riqueza y de la belleza que habita en la caducidad de lo humano? ¿Cómo no estar, sabiéndome mortal como los que ya no están e infinitamente más triste y desamparada sin todos ellos? La lealtad y el compromiso con mis semejantes me sostienen en la pradera nevada de los Tuck; y las notas que interpreta con la trompeta su hijo (como el corneta que en 1862 las tocó en un funeral para acompañar unos versos encontrados en un bolsillo) me inundan, me tensan y destensan, me equilibran, me hunden para reflotarme segundos después como una mujer mortal, bendecida, en paz las más de las horas, e inmensamente agradecida siempre. En la pradera me sé, en este primer lunes de Cuaresma, y existir es ser, y por todo lo bueno hallado, al llegar a casa junto a mis impresiones, anotaré también en el diario del discurrir, los versos que desde 1862 al caer la noche y en las despedidas son oración: “El día ha terminado / Se fue el sol de los lagos, las colinas, de los cielos /  Todo está bien /  Descansa protegido, Dios está cerca/ La luz tenue oscurece la vista, y la estrella embellece el cielo / Brillando luminosa desde el cielo, acercándose cae la noche / Agradecimientos y alabanzas para nuestros días debajo del sol, de las estrellas, debajo del cielo / Así vamos, esto sabemos, Dios está cerca.”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 22 de Febrero de 2021, primer lunes de Cuaresma)



* Toque de silencio: https://youtu.be/EV_Q03zvtkM

domingo, 14 de febrero de 2021

TAZAS DE TÉ ~ Objetos del 21 ❤

Deposito la mirada en la hermosa taza y platito de Ceilán, ambos elevados a lo trascendente no sólo por una calidad que te deja boquiabierta, también por su elegante greca de un precioso color azul vaquero, familiar y honesto. La sopeso y mi vista se pierde en las rosas de Asia que recorren toda su circunferencia. Bebo de ella y al beber y sentir el sabor de la infusión en mi paladar, y abrir los ojos de nuevo, percibo en esa greca una historia de aventuras y un barco surcando los mares. Sé que muy bien podría tratarse del Océano Índico, al fin y al cabo, estas tazas pertenecen alguna vajilla (inspirada en lo exótico de la fauna y flora de esa parte del mundo) que alguna colona británica tuvo en su mesa en la isla de Ceilán. 《De mesa en mesa, y tiro porque me toca; y ahora me toca tenerlas a mí 》, me digo a mí misma, sin darme cuenta de que hablo en voz alta. 《Un dólar de plata por tus pensamientos, muchacha》, me dice Alberto. Habla como quien ha nacido en un western. Sabe que esa forma de hablar tan suya que a veces adopta para dirigirse a mí, pero también a los otros, me entusiasma. 《Pienso en cómo habrán llegado hasta aquí, si vinieron en la panza de un barco mercante cargado de canela, té, café, caucho o cocos》, le respondo. 《Imagino al tenerlas en mis manos que es el año 1821 y al comprobar el poder que emanan, dado su belleza y robustez, lo segura que se siente su propietaria en Ceilán cuando toma su té en ellas, para pensar en la mujer que un día fue en Gran Bretaña y preguntarse sin temblarle el pulso cuántos lazos ha roto y cuántos ha creado con sus propios hilos para ser quien es en ese momento, cuánta distancia no sólo física sino también afectiva ha hecho falta para convertirse en la mujer que es.  Y muy probablemente en ese repensar, se da cuenta de que todo en la vida son viajes y que al final resulta ser que lo verdaderamente importante del viaje es el viaje en sí, y que los objetivos que con él se pretenden alcanzar son circunstanciales siempre. Seguramente comprende sentada tras las contraventanas cerradas (que impiden que a ciertas horas del día entre el calor asfixiante y la humedad cruel de la isla) que en el transcurso del viaje la evolución ha estado dentro de ella desde la primera hora. En su caso desde el momento en que decidió cumplir el mandato no escrito de acompañar al marido a una colonia extranjera. Se dice: que aun sabiendo lo que sabe de volver a los inicios estaría más atenta, tendría los ojos más abiertos, lo observaría todo desde otros ángulos y se obligaría a tener los sentidos alertas. Acaba de resolver, como quién por fin descifra un enigma, que es en el viaje donde está la transformación. No adónde realmente se llega o adónde se pretende llegar al partir. "Es decir, somos quien somos por haber hecho el viaje", musita en voz alta. Si el resultado te gusta o no, ese es otro asunto; piensa unos minutos antes de espabilarse, alisarse la falda del vestido, pellizcarse los carrillos y volver a la rutina de ser la esposa de》, le cuento a Alberto mientras rozo con mis dedos sus manos que permanecen inmóviles sobre el mantel. Amo esas manos.《¿Entonces estas tazas representan la evolución personal?》, me pregunta. 《Sí》, le contesto y le miro a los ojos. Seguidamente me levanto de la mesa y al pasar por detrás del hombre al que amo y me ama le beso la coronilla. Sé (sin verle el rostro) que sonríe. Me afano en recoger la cocina. Hemos disfrutado a la luz de las velas de una espléndida comida de San Valentín en La Madriguera y las horas han volado y la noche está a punto de caer. Minutos después entra en la cocina cargando con las dos tazas, presto a con mimo lavarlas, enjugarlas y secarlas. Sé que las va a cuidar con ese aire distraído que tienen los hombres seguros de sí mismos. Sé que las va a cuidar porque son importantes para mí. Me quedo contemplándole. Él es el mejor de mis viajes, me digo. Y vuelve a decirme: 《Un dólar de plata por tus pensamientos, muchacha.》


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 14  de Febrero de 2021 )

sábado, 6 de febrero de 2021

6 de Febrero ~ Diario del discurrir ✒🌞👣🌬


Me deslizo por la quietud de febrero como el barco que surca la mar en calma en un amanecer de finales de junio, como la bailarina que debuta con un vals en la cúpula nevada de la Viena de enero, como el globo que asciende para perderse en la estratósfera la mañana del segundo domingo de mayo, como la gota de lluvia por el cristal que anuncia la última tormenta del verano y la primera de otoño. Pienso y hago. Hago pensando. Camino, entreno y escribo al compás de mis pensamientos. Cocino recetas propias, leo historias que escriben otros, veo películas en la noche, proyecto ideas y reformas para La Madriguera sentada apoyando mi espalda en una pared soleada, beso al hombre al que amo y me ama, y me ilusiono con todo mientras mi mente bulle al calor de mis cavilaciones. Febrero me es siempre fértil, febrero me da el máximo. La mente que es donde se fabrican las historias, en febrero, encuentra el dulce acomodo de quien ha llegado a casa. Y se aprende con los años que si todo lo que se vislumbra en febrero como un pensamiento certero o una historia en ciernes se escribe en negro sobre blanco se torna realidad. Este es uno de los mejores meses para saber cuán poder albergan y atesoran las palabras escritas, para incluso derretir los corazones helados, y salvar o enfurecer a todo un mundo. De la misma manera que los contadores de historias al escribirlas tenemos el poder de acompañar a nuestros semejantes, los pensamientos que nacen en nuestro interior en febrero poseen el poder de acompañarnos a nosotros mismos de por vida, y ante eso la soledad no deseada y el desarraigo van a poner siempre los pies en polvorosa. Hay un momento en estas cuatro semanas en que los pensamientos y el corazón se acompasan de tal modo, que son como una misma respiración, y entonces es cuando tomas conciencia de que todo en ti está bien. Asiento con la cabeza al pensarlo, levanto la vista y miro a Alberto que me mira con los ojos abiertos como platos, llenos de asombro ante mi grado de concentración. A saber el rato que hace que está mirándome sin yo ser consciente, inmersa como estoy en mis pensamientos mientras mecánicamente preparo la farsa para rellenar cuarenta y ocho canelones que después congelaré en paquetes de a seis para cocinarlos durante ocho semanas añadiéndoles sólo la bechamel. Ni pierdo ripio de mis cavilaciones ni de dejarme algún ingrediente. Repaso: 500 gramos de carne picada de cerdo, 500 gramos de carne picada de ternera, 2 pechugas de pollo, 450 gramos de higadillos y corazones de pollo, 150 gramos de jamón serrano, 160 gramos de paté y unas cucharadas soperas de un ingrediente secreto que jamás revelaré. Sonrío sin mirarle. Él cambia su peso de un pie a otro. Levanto de nuevo la mirada, le miro. En su interior se produce la pequeña revolución del efecto de mis ojos en él. Una vez hace muchísimo tiempo, al principio, me dijo que hasta que yo no le miré no había comprendido verdaderamente qué era el amor. 《¿Qué?》, le pregunto. 《¿Qué vas a querer como regalo en este mes del amor?》, me responde, y sonríe relajado, pues ya ha sosegado los latidos de su corazón y ha apagado los fuegos de su pequeña revolución. Le conozco bien y desde siempre,  pienso. 《A poder ser: dos tazas de té de la isla de Ceilán, cuando Sri Lanka era colonia británica 》, le indico divertida.  Ríe. 《Mujer de ideas claras, las tendrás. Aunque para ello tenga que ir hasta la misma Colombo》, me contesta, y seguidamente desaparece, no vaya a ser que reclame su ayuda para rellenar los canelones. Le conozco bien y desde siempre, vuelvo a pensar. Sigo cocinando y febrero sigue con su discurrir tranquilo viviendo a través de nuestros pensamientos, tornándonos más sabios y menos vulnerables, más fuertes, pero no por ello, menos humanos.



María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 6 de febrero de 2021)

lunes, 1 de febrero de 2021

1 de Febrero ~ Diario Natural 🌳🍃🍀🌾


Si enero es un mes abierto, extrovertido y simpático con el trajinar de nuestras gentes, en el que decenas de cosas ocurren y en el que tenemos la sensación por su aparente mayor extensión de ser capaces de vivir mil vidas, mudar de pieles y de estadios; si la mayor parte de sus días todavía oímos el cascabeleo del trineo de Santa dentro de nosotros y en las huellas que dejamos en el camino hay sonrisas y deseos es porque enero es la puerta que nos conduce de un año a otro, es porque es el mes del año donde hacemos más acopio de esperanza y voluntad. Y si esto es así, y lo es, bien podríamos pensar y creer porque también es cierto que febrero (más allá de por su reducido tamaño) es cueva, en vez de puerta, puesto que es el mes de la introversión y de la introspección, de la conciencia, meditación y reflexión, a tal fin y en consecuencia resulta ser el más provechoso de todos los meses para nuestro bienestar emocional y espiritual, donde empujados desde el exterior al interior por la climatología, al abrigo de nuestros hogares y retrepados dulcemente frente a la chimenea pensamos y repensamos (muy lejos ya de toda burbuja de champán y algarabía popular) cuánto de posible tiene la esperanza que hemos aglutinado durante el enero en nuestra despensa del ánimo y del corazón, cuán firme y poco voluble será la voluntad que a lo largo del primer mes se ha instalado en fila india en nuestras capacidades y en nuestro cuerpo; y de esas cavilaciones unas veces más conscientes que otras, pero siempre impresionantemente lúcidas sale la entidad y el discurrir de nuestras intenciones verdaderas para el año en sí. Es en febrero donde en buena manera perfilamos y mentalmente escribimos el mandato para nosotros mismos. Asentados en febrero valoramos una, dos, tres, cuatro veces todo, y, al amparo de nuestra sabiduría, de lo que a nuestra conciencia está bien y está mal, dictamos con voz queda pero definitiva (porque han obtenido principalmente el consentimiento de nuestro corazón) las disposiciones que realmente vamos a cumplir. La tarde cae mientras escribo estas reflexiones en el diario natural. El cielo esta noche se cubrirá de estrellas que acompañarán a la luna. A esta hora el trino de los pájaros que van a alimentarse en el comedero de madera (colocado adrede en el viejo árbol de enfrente del porche) hace que me detenga y abandone momentáneamente la tarea que estoy realizando para buscarlos con la mirada. En este instante levanto la vista, dejo de escribir, me reclino sobre el respaldo de la silla, miro al frente, les admiro, pienso que son los seres más espirituales que existen y que conectan a la perfección con el corazón, la sonrisa y el estado de ánimo de las personas. Me gusta pensar que son los enviados de Dios en la Tierra y que ajenos a todo cuidan de la gente de buena fe. 《Bobadas》, diría un cazador furtivo. 《Convencimiento》, de contestarle, le respondería yo. Sigo contemplándolos en su divertimento, alimentándose antes de desaparecer en la noche. 《¿Con qué tierra soñáis al dormir?》, les pregunto a través del cristal. Miro de nuevo al folio, al texto escrito. Cierro los ojos, me escuecen, me pican, los abro de nuevo, los pensamientos corren hasta la punta de mis dedos sin dificultad como un río que sabe adonde va. Escribo:《¿Cómo de cálido es el latido de vuestro corazón en febrero? 》《¿Acaso si lo escucháis, en este mes lo oís más sincero como les sucede a los humanos?》No hay respuesta, ventanal de por medio. Aun así sé que un día (cuando llegue el momento adecuado) me responderán. Sé que siempre están cuando se les necesita. Mil pruebas existen de ello. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 1 de Febrero de 2021)