.

jueves, 30 de julio de 2020

TODO TIENE SU TIEMPO



Nuna duerme profundamente a mi lado, por fin se ha dormido. Sé que este mismo pensamiento lo he escrito en otras ocasiones. Un pensamiento con las hechuras del alivio. Si ella está bien, yo estoy bien. Está sufriendo su sexto embarazo psicológico, lo que significa largas jornadas en las que no come ni duerme ni está quieta. Su cuerpo y su mente son presa de una profunda ansiedad, busca desesperadamente un rincón para parir. Es cautiva de una voluntad ajena a ella y hasta que la medicación no le revierte el trastorno hormonal no descansa, ni descansamos. Ahora, en esta tarde, duerme por fin. Y todo de repente se vuelve perfecto. Para celebrar su quietud, al terminar mi rutina de ejercicios de recuperación, saboreo un helado en silencio mientras escucho el ritmo pausado de la respiración del ser más puro, noble y leal que he conocido jamás. Ha sido en este 20 donde ella también ha tenido que aprender que existe una vida sin juegos. Las primeras semanas de mi accidente no se despegaba de mí,  ahora,  meses después en algún momento me deja sola, aunque sé que siempre está atenta y que necesita verme, besarme, saberse parte de mí cada hora del día. Y al llegar la noche como mi fiel escudera que es, comprueba que estoy bien y a punto de meterme en la cama para irse a su cuarto a dormir. En este tiempo duro, sin tregua, he comprendido que necesita oír mi voz para saber cómo estoy. No tiene suficiente con verme o con que le haga caricias, no, necesita que le hable para seguir con la vida; del mismo modo como yo necesito sus sesenta kilos de bondad para que el mundo me parezca un lugar más habitable y mi existencia sea mucho más plena. Algo que desconocía necesitar cuando la adopte en febrero de 2014. Lo que me lleva de nuevo a ser consciente de la verdad que hay encerrada en el tiempo. Pasa el tiempo y descubres los porqués. Transcurre y todo encaja. Te llegan las respuestas, te son dadas por una especie de sortilegio. El tiempo pone lógica a nuestra forma de ser. Es él quien nos traslada del punto A al B, de una situación a otra, quien repara nuestros cuerpos y nuestras almas, quien decide que ya está bien de ese amor o que todavía hay ganas, porque incluso el amor tiene su propio tiempo. La mejor decisión es vivir el tiempo con serenidad y confianza ya que la mayoría de las veces sabemos es la única opción, pues no nos queda otra. Y, además, uno aprende con la vida que en el tiempo no hay prisa y que las explicaciones y los resultados, verdaderamente, llegan cuando éste ha obrado en nosotros la trasformación necesaria para que sin caernos podamos seguir cabalgando el Universo como seres completos. Hace alrededor de una semana me llegó como un regalo providencial un paquete de mi amiga Priscila desde Dawson City, tristemente este verano por la cuarentena y las restricciones en Yukon no podremos ir, pero ay, cómo me está ayudando en mi día a día la fotografía que encontré en su interior de un buscador de oro, una imagen en cuyo pie está escrita la siguiente leyenda:《No fuerces las cosas ni corras más deprisa de lo que es posible en cada circunstancia, todo tiene su tiempo. TODO TIENE SU TIEMPO.》 Y sí, todo tiene su tiempo. TODO TIENE SU TIEMPO.



Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz 

viernes, 24 de julio de 2020

PLATOS ROTOS


《La “nueva realidad” era una expresión que oía a todas horas. Pero la verdad es que era una regresión: la vida había metido la marcha atrás, de repente no avanzábamos sino que retrocedíamos. 
Un plato se cae al suelo: la “nueva realidad” es que está roto. Tenía que acostumbrarme a la “nueva realidad”. Sin embargo, la “nueva realidad” , hasta donde yo era capaz de ver, sencillamente estaba rota. El plato había existido y cumplido su función durante años, pero hecho añicos, -a menos que fuera posible pegarlo-, no servía de nada en absoluto.》 
[Despojos / Rachel Cusk]



Vivir en este 20 es como vivir atrapados en el cuerpo de un aguafiestas. Es ésa la sensación que tengo. Si pensáis en un familiar, en un amigo aguafiestas, os podéis hacer una idea de lo que es ser él a tiempo completo. Porque ahora mismo estamos en las entrañas del mayor aguafiestas que podíamos encontrarnos. Un aguafiestas que va dando al traste con todo tipo de celebraciones. Por él,  en invierno cuando soñábamos con celebrar la primavera, vimos a la llegada de ésta que tampoco había nada que celebrar, y tres cuartos de lo mismo ha pasado con el verano. Se nos va sin haber celebrado ni siquiera su ecuador. Por el camino, por su culpa, se nos han esfumado muchísimas celebraciones tanto comunitarias como particulares. Y para recordar qué era celebrar algo a lo grande no nos queda otra que remontarnos a la Navidad pasada. Atesoro, personalmente, su recuerdo como un talismán que brilla en la oscuridad de la panza de este maldito y malvado aguafiestas, ante el hartazgo y el aburrimiento al que nos somete día a día. La existencia me resulta ridícula sin celebraciones, sinceramente.  Es ridículo estar vivos y no poder celebrar la vida. Es odiosa una existencia mano a mano con un aguafiestas. Lo estamos comprobando todos. A finales de enero cuando tuve el accidente,  sabía que tenía por delante una larga recuperación, pero no podía imaginar que tendría que reconquistar mi autonomía sin la ilusión que acompaña a las celebraciones,  sin la algarabía que los preparativos de las mismas llevan consigo. Y, lo que es peor, con el miedo a un sinsentido que les está costando la vida y el modo de estar en ella a muchos, ante la complacencia y pasividad de los gestores, hasta el punto de pensar si el aguafiestas no es un producto fabricado expresamente. Nos ordenan y nos ordenaron quedarnos en casa, como si fuese una idea brillantemente estudiada, lo más de lo más, cuando la realidad es que desde el principio de los tiempos todo ser vivo cuando se siente amenazado busca refugio en su madriguera, cueva,  choza, cobertizo, casa o mansión. Si se cierne sobre un animal o un humano una tormenta en campo abierto corre hasta cobijarse bajo un techo, no le hace falta que nadie le cante que se quede en casa. Te cobijas, te resguardas, te refugias por instinto. Es avergonzante que en un mundo que creíamos sumamente avanzado la única solución sea ésa y ocultar nuestros rostros bajo máscaras para ir esquivando al aguafiestas. De tan avergonzante y bochornoso, lo más lógico, es esperar que el aguafiestas salga de nuestras vidas por voluntad propia más que nada por poco interesantes e idiotas o porque no le quede donde rascar, puesto que visto lo visto, confiar en que alguien nos salve a estas alturas sin sufrir daños es como dejar de creer en nuestra propia fortaleza y valentía. Es lamentable lo que nos está sucediendo. Es muy lamentable todo. Por ello, incluso atrincherados en la paciencia y aun haciendo de tripas corazón, no deberíamos comulgar ni aceptar como normal lo que nunca será, ni estar dispuestos a pagar sin alzar la voz los platos rotos que no rompimos. Debemos reclamar nuestra vida. Debemos hacerlo. Es ya cuestión de lealtad con nosotros mismos, de recuperar nuestra propia Navidad. La de cada uno.



Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz 

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para un día de julio.
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

domingo, 12 de julio de 2020

LA VIDA DEL 19



Las lluvias se aproximan. Va a llover de un momento a otro y yo estaré aquí, sentada en mi porche junto a Alberto Fil. Voy a preparar café. Ser feliz en nuestra granja, aquí sentados, observando el espectáculo que es la naturaleza es posible, y lo es todavía más habitando el sosiego y el silencio que precede a la lluvia. El suave viento preñado de tormenta que se lo lleva todo, absolutamente todo, acaricia el rostro de Fil, agita mi cabello. Sabemos que con esto basta, que con este estar sentados aquí, la vida nos es suficiente. En los últimos tiempos nos sentimos viejos y cansados, pero quién no. ¿Quién no se está sintiendo de ese modo en este cruel, enfermizo y extraño veinte que nos está derrotando al menos un poco a todos? Decididamente la cicatriz que nos va a dejar el 2020 será considerable, hay que reconocerle en su agria originalidad, que nos ha colocado en una tesitura de un calibre brutal, hasta llegar al punto en que lo rutinario, lo sencillo, lo simple como ver la lluvia caer sentados en un porche, se ha convertido en un tesoro. La lección principal de este azote no va a ser ninguna otra que comprender que nuestra existencia tal como la vivíamos, nuestros actos del día a día, nuestras costumbres y manías,  eran nuestra mayor fortuna. Por eso andamos como locos queriendo recuperar la vida del 19. Ganas inmensas de volver a ponernos de pie sin dolor y sosteniendo con nuestra fuerza, con nuestras piernas, con nuestro cuerpo el ensamblaje de la ilusión, del poder vivir sin más pero también sin menos y sin miedo. ¿Lo conseguiremos? Sí,  yo creo que sí.  Si hemos llegado hasta aquí, podremos llegar hasta allí. Gaynor, -una muy buena amiga de Manitoba-, repite constantemente que la mujer fuerte no nace simplemente, se hace desde las tormentas a través de las que camina. Caminemos pues, pensando que aunque ahora mismo nuestro caminar, nuestros pasos no son certeros, nos va a sobrar toda una vida para hacerlo con garbo, al trote y al galope. Y, también, por supuesto, para seguir contándonos historias, cocinando para nosotros y para los amigos, sentándonos alrededor de una mesa, creando hogar en nuestra granja reformada, viendo películas al caer la noche, sintiéndonos únicos bajo los cielos de la pradera de Manitoba, mirando de frente los desafíos de la existencia, enamorándonos con cada atardecer, adaptándonos a la voluntad del destino, conociendo que es necesario creernos por nuestro bien el relato que ocupa nuestras horas, apasionándonos. En definitiva, seguiremos apostando por la vida en plena naturaleza con calma y muy lentamente. Escribiendo serenamente los textos pertenecientes al libro ‘Pensamientos Vagabundos’, mi proyecto más personal y a todas luces: lento,  al servirme sólo de la experiencia de lo vivido para contar. Vivir para contar. Al menos,  por una vez, deseaba tomarme el oficio de escritora con  la calma y el poso del tiempo a mi favor. Esa era mi prioridad, mi objetivo al comenzarlo: no escribir nada que no naciese de mi día a día, de mi verdad. A fecha de hoy mantengo esa condición, convirtiéndose el proyecto en un espejo autobiográfico. Y, al ser así,  irremediablemente la vida va tomándose sus pausas para que los textos tomen forma, para que las variadas aventuras tengan siempre el atractivo de las hechuras de la narración. En estos últimos años las historias han ido floreciendo en Canadá del mismo modo de lo más profundo de la naturaleza salvaje, de los descubrimientos y hallazgos, de los aprendizajes y buena gente entre fogones, como de las cabriolas inesperadas y volteretas desacertadas a las que el azar me ha arrastrado,  y con las que me he dado con los huesos en el suelo, literalmente, y, por supuesto, de las incontables veces en las que me he sentido inmensa, feliz y afortunada como jamás lo había sido. Y por esa apuesta por la vida, no nos queda otra que construir la vida de antes en el hoy, siendo del todo conscientes que sólo lo que nos hace mejores de la vida del 19 tiene que ser los cimientos para lo que ha de venir. Soy consciente en esta hora en la que la mansa lluvia refresca nuestro espíritu que debe ser así o no será. 


Besos y  abrazos  a  tod@s. 
María Aixa Sanz.