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jueves, 12 de marzo de 2020

SOSTENERNOS EN LOS OTROS



《Eran pobres, como suele serlo la gente 
del campo, pero se tenían los unos a los otros, 
tenían una economía local en la que 
se ayudaban mutuamente,  tenían el consuelo 
del prójimo cuando lo necesitaban, y tenían las historias, 
una historia común en el lugar que habitaban.  
Tener de todo excepto dinero es tener mucho.》
[Wendell Berry]




Esta noche he dormido plácidamente de nuevo, por primera vez, desde el accidente. Estoy recuperando con los días mi postura cómoda de dormir. Recuerdo como la mañana del accidente pensé en lo maravilloso que sería por un día no levantarme temprano. No soy perezosa, pero ese día me sentía perezosa. También recuerdo estar feliz a las seis de la mañana, a gusto, durmiendo a pierna suelta, sintiéndome afortunada. Me levanté a regañadientes obedeciendo a la responsabilidad. No había amanecido todavía. Pero tenía que ponerme a cocinar para dar de comer a personas de edad que no pueden hacerse la comida. Inexplicablemente a las once de la mañana mi vida quedó detenida. Da mucha rabia que tu vida quede detenida mientras la del resto del mundo sigue, lo reconozco. Ahora casi dos meses después,  -dos meses como siglos-, ha quedado detenida la de todo el mundo. Literal. Detenida, desbarajustada, asustada. En estas semanas en que me he visto rodeada de amor tanto por los míos como por desconocidos he comprobado desde un primer momento, con mucha dicha y una enorme gratitud, que la gente es buena. He constatado que hay mucha bondad y generosidad en nuestros entornos. Me he congratulado al ver como el mundo siempre tiene para ti una sonrisa. Por eso me sabe mal, muy mal, que en este año veinte la vida de todos nosotros esté en suspenso tanto por los avatares propios de cada uno, como por esas tempestades destroza hogares y sueños, y ese coronavirus paralizante y mortífero.  Nuestra sociedad está atrapada en un miedo racional, que no irracional,  ante lo desconocido. Una angustia difícil de gestionar que va mucho más allá de hacer un acopio exagerado de papel higiénico. Quedarse con éso es quedarse en la anécdota,  es frivolizar sobre un asunto extremadamente serio porque, al fin y al cabo, lo que está  en juego es nuestra salud y nuestra pequeña economía. Y que algunos figurantes, -entiéndase periodistas y opinadores varios entendidos en nada,  y políticos-,  nos quieran consolar diciéndonos que si no tenemos una edad avanzada el riesgo es mínimo, lo encuentro impresentable y de una irresponsabilidad reprochable. Quiero a gente de edad avanzada y no me consuela pensar que puedan enfermar y  mucho menos fallecer. Todos tenemos padres, abuelos, amigos, seres queridos; ¿qué desfachatez es ésa de pensar que su vida es menos valiosa que la del resto por tener unos años más que nosotros? ¿A qué extremo puede llegar la estupidez de los figurantes? En cuanto a la economía, provengo de una tierra a la que amo, en que la llegada de la primavera y el verano se espera como agua de mayo pues es el tiempo de cosechar. No me refiero sólo al campo, también hablo de los centenares de empleos y negocios de todos los tamaños para los que la llegada del buen tiempo significa  levantar la persiana y que la economía doméstica se restituya de las estrecheces del invierno. En mi tierra el sol es también dormir tranquilo, es economía, es poder comer, sin lujos, pero comer, vestirse, en definitiva, vivir. De modo que sí me dolió profundamente al comenzar el año que mi vida se desbaratase, ahora unas semanas después, también me duele el dolor de los otros. Aun así sé que saldremos de esta, estoy más que segura, y lo haremos con muchísimo esfuerzo y trabajo, nos repondremos, sí, no me cabe la más mínima duda,  pero, ay, las cicatrices. Con las cicatrices hay que aprender a vivir. Sin olvidar jamás que es de ellas desde donde sacamos las más valiosas enseñanzas y fortalezas. De momento he decidido no encender la televisión. Hay un límite también para las sandeces. Voy a adentrarme en algunas lecturas que transcurren en los bosques porque además de saberme bosque, en estos días, el tiempo que me resta,  tras las seis horas en que rehabilito mi rodilla y mi ánimo, de preferir prefiero emboscarme sabiendo como sé que nos sostenemos a nosotros mismos pero también a los otros y en los otros. Cuidaos muchísimo, cuidad de los vuestros y también de vuestro entorno. Salud, amor y luz.



Besos y abrazos a todo@s.
María Aixa Sanz.