NEVILLE NO PODÍA ESTAR más satisfecho. Su plan para disfrutar de otro tipo de vacaciones, la manera en cómo había ejecutado el proyecto junto a Naipe y la sorpresa que le dio a Margaret resultó ser uno de sus mayores éxitos personales. En una de las muchas conversaciones que mantuvo durante los primeros días con Naipe, al descubrir que la muchacha había estudiado interiorismo le dio plenos poderes y carta blanca para encargarse de la vivienda. Ella trabajó duro para tener la casa lista para el mes de julio y consiguió tenerla mucho antes. Encontró en Neville no sólo a un buen cliente, también a un hombre encantador, y con las semanas a un amigo. Naipe no tardó en darse cuenta de que Neville no tenía ni idea sobre el estilo que deseaba para la casa. Tras visitarla juntos y comprobar que se podía vivir en ella sin problemas y que la cocina era amplia y luminosa (requisitos indispensables para el piloto); le presentó, no obstante, varias opciones de decoración porque pensó que para inquilinos exigentes y de cierto poder adquisitivo (como supuso era Neville y su familia) necesitaba una buena puesta a punto sin entrar en reformas. Por suerte no le era menester, por ejemplo, tirar un muro, cambiar las ventanas o pavimentar el suelo como ocurría a menudo. Y el enclave en el que estaba situada era de lo más romántico. Ni le faltaba nada, ni le sobraba nada. El entorno natural tenía un colorido espectacular en el que predominaba el azul, el verde y el blanco. Saltaba a la vista su belleza y a los sentidos su salubridad. Naipe estaba convencida de que podía mitigar todos los males hasta curarlos, recomponer corazones rotos y aliviar la pena de las almas. Comprobó que tanto la estructura, los baños, el tiro de las chimeneas, la cocina, los suelos, el tejado, las cañerías, la instalación eléctrica, la calefacción, las ventanas y contraventanas estaban en excelentes condiciones. Con una buena elección de color a la hora de pintar, muebles nuevos y electrodomésticos de última generación la casa resultaría confortable y moderna al uso. No obstante, advirtió a Neville que las vacaciones le resultarían en exceso caras al ser una casa en alquiler y no una inversión. “Debes tenerlo en cuenta, Neville”, le indicó Naipe. A su parecer era un despilfarro. “Comprémosla, entonces”, le contestó Neville. “¿Estás seguro?”, le preguntó ella. “Sí. Por supuesto. Hagámoslo. Tal vez sea está la última locura que me permito hacer. Así que adelante. Sin miedo”, le respondió él, y añadió: “Y cuando sea nuestra, haz lo que tengas que hacer. Lo que sea con tal de que Margaret se enamore de ella y tenga ganas de cocinar en su cocina. Si conseguimos éso: la casa será parte importante de nuestra historia.” Y Naipe lo hizo. Compró la casa y la dejó vacía. Apartó de ella todo mueble y electrodoméstico sin lustre, anticuado e inútil. Neville volvió a visitarla estando vacía y le dio la impresión de que tenía más posibilidades de lo que aparentaba con tanto mueble roñoso y electrodoméstico pasado de moda. Lo que hizo que sus esperanzas aumentasen. Confiaba. La compra no había sido un despropósito. En las semanas siguientes: Naipe, eligió colores, alfombras, toallas, sábanas, muebles, objetos decorativos, electrodomésticos y utensilios de cocina. También media docena de manteles con sus servilletas a juego, cuatro vajillas, tres cuberterías y cinco cristalerías. Contrató una cuadrilla de pintores, a un albañil y dos peones, un equipo de mudanzas y uno de limpieza. Se instaló a vivir en una tienda de campaña en el salón de la casa del acantilado y supervisó su remodelación como si su vida fuese en ello. Llamó por teléfono unas cuantas veces a la revista ‘Decora con estilo' hasta que logró una entrevista con la redactora jefe. Fotografió el antes, el proceso y el después. Y se lo envió. Al recibir el material, fueron los de la revista los que se acercaron a la casa y les hicieron un reportaje a las dos. A Neville no le disgustó que la casa apareciese en ‘Decora con estilo', sino lo vio como una oportunidad para que su deseo tuviese más probabilidades de materializarse. Y de ese modo, el día en que a Margaret le preguntase si deseaba tomarse en aquella casa unas vacaciones para descansar de las vacaciones, su respuesta sólo pudiese ser afirmativa. Un sí envuelto en un sincero y descomunal entusiasmo. Verdaderamente estaba maravillado con lo que Naipe había hecho. La besó en la frente, le dobló la cuantía de su salario y le hizo saber, mientras los fotógrafos de la revista fotografiaban la vivienda del derecho y del revés: “Si necesitas un inversor para montar tu propio estudio de interiorismo cuenta conmigo. Pondré el dinero y ni me asomaré por allí. Confío plenamente en ti. Tienes talento, ganas y eres responsable. Te mereces despegar sin ataduras". Naipe se quedó boquiabierta, luego empezó a dar saltos y a bailar contenta. Se abrazó a Neville. “Suéltame que los de la revista van a pensar que tenemos un affaire", le dijo riendo. “Imposible. Me gustan más mayores ”, le soltó Naipe riéndose con él, no de él. A lo que Neville, le respondió: “Con un pie en la tumba.” “No exageres, Neville”, le recriminó la chica medio en broma, medio en serio. En el número de junio de ‘Decora con estilo' para deleite de los dos, la casa apareció nada más y nada menos que en portada. Naipe no cabía en sí de gozo y empezó a valorar seriamente la propuesta de Neville. Habló con el director de la agencia de alquileres y redujo su jornada a la mitad para dedicarle un número mayor de horas al interiorismo. Su teléfono comenzó a sonar primero tímidamente, y con los días de manera constante. Llegó a un acuerdo con Neville y alquiló un pequeño local. Abrió su propio estudio. Algo que le parecía increíble cuando cerraba los ojos para dormir y tremendamente emocionante cuando los abría al despertar. Neville, por su parte, siguiendo con su plan: en los primeros días de junio, dejó un ejemplar de la revista tirado por su estudio (como quien no quiere la cosa) para que Margaret al recogerlo y protestar, viese la espectacular casa de la portada. Y sucedió. “¿Quién pudiera vivir en un lugar como este? ¿Cómo ha llegado esta revista aquí?“, oyó Neville que Margaret se preguntaba. “¿A qué te refieres?”, le contestó él. “A esta revista y a esta casa. ¿La has comprado tú?”, le dijo Margaret blandiendo la revista. “¿La casa? ¿Me preguntas si he comprado una casa?”, le respondió Neville, riéndose para sus adentros, divertido y contento como un crío en el patio de recreo. “No. ¡Por Dios! Te pregunto por la revista, no por la casa. Podrías atender un poco cuando te hablo", protestó Margaret desesperada. “Estaba en ese sobre. Junto al ejemplar de ‘7.000 RPM’. Tácticas publicitarias, supongo”, mintió Neville, señalando con el dedo hacia el escritorio donde se encontraba el sobre y la revista de coches. Increíblemente, la respuesta que improvisó para Margaret fue tan convincente que ella se olvidó de él, y se sentó en el sofá en silencio a hojear la revista. Neville la observó con detenimiento y supo que Margaret en los próximos días soñaría con la casa. Estuvo a punto de decirle para que dejase de sufrir: “No sufras. Es tuya. La he comprado y decorado para ti.” Se imaginó la cara de incredulidad que pondría su esposa; sin embargo, calló porque todavía no era el momento. Éste sería a su regreso de las vacaciones convencionales, cuando Margaret se quejase de lo cansada que estaba. Ese día en concreto, en esa hora tan esperada para Neville, le haría la pregunta y si la respuesta era que sí: partirían unas horas después en mitad de la noche (Neville ya tenía un coche y un chófer contratados adrede) hacia un destino emocionante y secreto para que Margaret en persona viese la casa del acantilado (la casa con la que soñaba) con la luz del amanecer. Le envió un mensaje de texto con el teléfono a Naipe: “El pez ha mordido el anzuelo. El ratón ha entrado en la ratonera. Todo perfecto. Todo de diez”.
FIN
LOS INQUIETOS
© MARÍA AIXA SANZ, 2023
Acabas de leer LOS INQUIETOS en línea y en treinta entregas.