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lunes, 28 de febrero de 2022

28 de Febrero ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


Veintiocho dulces y gélidos días desaparecen ante mis ojos. Marzo asoma. Febrero, hoy, se va. Febrero se despide, jamás va a volver con las hechuras del veintidós. Otros febreros llegarán, seguramente mucho mejores. Pero serán otros, no este. Dicen que el invierno es para soñar sentados frente a chimeneas que arden con ganas. A mí el invierno me sirve para proyectar, sea un jardín hermoso, unos arreglos (aquí y allá) en el exterior de la casa, unos muebles buscados como aguja en pajar (quizás encargados adrede) para que le den más personalidad al interior de La Madriguera, incluso, ideas para el próximo calendario de Adviento (ay, la Navidad). Todo ello, cada uno de los proyectos, se cuecen en mi interior a fuego lento. Asumo que en las últimas jornadas el avance en cada uno de ellos ha sido notable. Y no es porque el invierno esté llegando a su fin. Podría ser, pero no. No es por ese motivo. Más bien la verdadera razón es otra. Nuna y yo, estamos escuchando mientras cocino un nuevo audiolibro y está siendo una fuente inagotable de inspiración. De él surge el impulso y la inventiva que necesitaba. El caso, es que el amor a los objetos y a una existencia cuidada que en la narración trascienden a la propia historia; a mí, me conduce a valorar todavía más mi forma de entender el hogar. Y, no solamente, a valorar más; también, a esmerarme hasta lo indecible para que de ese modo cada uno de los proyectos culmine con un mayor éxito. Me explico: no sé la hora exacta de las algo más de diecisiete que dura el audiolibro en que noté de pronto como las ideas se agolpaban en mi mente con frescura y obstinación. Pero lo cierto es que así ocurrió. Me alegré enormemente cuando al repensarlas a posteriori constaté que además eran brillantes. Entonces, de la emoción, palmeé las manos al aire, choqué los cinco con Nuna, le besé la trufa. Ella bostezó. Me dejó por imposible. Se estiró largamente en el sofá y yo seguí contentísima con el hallazgo, como niña en día de feria de verano. En este instante mi querido diario del discurrir, permíteme un breve descanso. Voy a por un café con leche y unas galletas. Son las cinco. Hora del té. (Tic, tac. Tic, tac. Ñam, ñam. Ñam, ñam.) Diez minutos después, estoy de nuevo aquí sentada frente a ti. Regreso con una pregunta deslizándose por mi mente como por tobogán de parque infantil. Es decir, sin poder esperar y con aspavientos. 《¿Qué sería de nosotros si no proyectásemos?》 En negro sobre blanco la pregunta existe desde este preciso instante. ¿Qué sería de nosotros si no proyectásemos? Y añado, elevando la apuesta (hagan juego señores): ¿cómo de terriblemente triste sería nuestra existencia si no proyectásemos amor en los otros, vida en las flores, libertad a nuestros sueños, ilusión en las ocurrencias serias y no tan serias, ímpetu al trajinar del cada día, compromiso con nuestros hijos, hermanos, historias contadas y perro fiel, lealtad con la naturaleza, esperanza en el día que está por venir, fe en nuestro Dios? Y, continúo: ¿cuánta soledad cabe en una existencia sin proyectos? Muchísima, creo yo. Tanta, que ni límite se conoce. Enciendo la lámpara de la mesa donde escribo. Se va la tarde. Se oscurece el último día de este febrero que no volverá a repetirse. Y, lo hace, arrojando luz, una hermosa y cálida luz, en este diario del discurrir, en esta existencia mía llena de fe y esplendor, en este refugio que es La Madriguera. Tal que agradecida me siento y en paz estoy, puesto que la luz de febrero ilumina el hecho incuestionable de saber que única y exclusivamente en cada uno de nosotros reside el poder de proyectar, crear, dar. Seguidamente, abro la biblia. A mis ojos un versículo al azar. Todo está aquí, en sus páginas. Sonrío. El libro de los libros. “Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes. Lucas 6:38”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 28 de Febrero de 2022 ) 

lunes, 21 de febrero de 2022

21 de Febrero ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Los días de febrero se suceden entre la nieve, el hielo, la lluvia y el viento afuera en el exterior, y sopa caliente en el interior de La Madriguera. De ese modo todo resulta perfecto. La combinación de frío (afuera) y de sopa (adentro) me dibuja una hermosa sonrisa en el rostro. Estoy guapa. Miro al espejo y me encuentro con un bello rostro sereno y sonrosado, que por fortuna para mí es el mío, enmarcado por suaves rizos canosos y por los diminutos pendientes de brillantes que sus Majestades los Reyes Magos de Oriente me dejaron en el cesto de Don Farol. Me sonrío. Siempre lo hago cuando me descubro a mí misma mirándome. Encontrarme dentro del espejo es algo que en la actualidad sigue sorprendiéndome de la misma manera como cuando era niña. Ese estar ahí (dentro) y al mismo tiempo aquí (fuera). Mis ojos me interpelan. Desean dialogar, quizás debatir. Declino el ofrecimiento. Y antes de que sin pedírselo me cuenten mi propia historia, me sonrío. La mía es una sonrisa de confianza, de quien apuesta siempre por estar viva en la vida viva, de quien a pesar del sufrimiento vive en calma una existencia de fe y esplendor. Nunca será mi sonrisa, una sonrisa de desdén. Me enfadaría conmigo misma si viese dibujado en mi rostro el desdén, la autosuficiencia, la soberbia. Porque no soporto las sonrisas que nacen de ahí. La sonrisa que deseo ver es la de quien con los pies en la tierra se siente agradecido y bendecido por estar. La que emerge espontánea del buen corazón. Una sonrisa de esas sonrisas imposibles de derrotar. Y de la sonrisa a la risa franca, amigable y amorosa, sólo hay un pasito. Lo sé por experiencia. Como también sé que es imposible hacer feliz al prójimo si no se posee una sonrisa y una risa con esas características, si uno no se sonríe al mirarse en el espejo, si uno no se ama y se respeta a sí mismo. El amor, la capacidad de amar, la generosidad en el amor es un don que como la valentía se tiene o no, se posee o no (sin medias tintas), que siempre brota, crece y se expande de adentro hacia fuera. De nuevo, la dicotomía de exterior (afuera) e interior (adentro). Hoy, es veintiuno de febrero. El mes más corto, acaba. Febrero está siendo un mes dulce, no sólo gélido. En el punto intermedio mi mente en esta tarde se pasea contenta como si bailase una danza compuesta en exclusiva para ella. Estoy entregada a sus caprichos. No me he sentado a escribir esta entrada con un propósito definido de antemano, como habitualmente sucede. No. En esta tarde, no. Todo lo contrario, me dejo llevar. Es bueno dejarse llevar de cuando en cuando. Descansar de todo. Olvidarse de decidir, también de interactuar. Me abrazo a mi mente, que ahorita, piensa en la delicia que ha resultado ser el último audiolibro (de poco más de tres horas) que esta mañana Nuna y yo hemos terminado de escuchar. Se detiene en el poder de las historias que trasmitidas oralmente atraviesan espacios, incluso siglos. Cree que eso es así porque desde el instante en que salen de la boca se quedan prendidas en el sentimiento y en la piel. Las leídas son asimiladas de otra manera. Han de traspasar muchas más capas hasta llegar al corazón o a la estancia donde se guardan bajo llave las debilidades de cada uno. Y, a continuación, (mi mente) sigue por otros derroteros. Yo, solamente, obedezco. Me invita sin ordenar que mire (afuera) por el ventanal. Me obliga a salir desde (adentro) su interior y saltar (afuera) sin paracaídas, sin un punto de apoyo, sin un minuto que perder, rompiendo la atractiva intimidad en la que estábamos instaladas. Veo. Veo. Veo. ¿Qué veo? A la Reina de las Nieves (erre que erre) abriendo su blanca mano y repartiendo su donosura. Congelando los sueños, recuerdos y nostalgias. Fijándolos en nuestra memoria con alfileres hechos de esquirlas de hielo para que nada ni nadie se los lleve muy lejos. Ay, febrero, qué tú eres. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 21 de Febrero de 2022 )

lunes, 7 de febrero de 2022

7 de Febrero ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾



Febrero llega y me descubre escuchando como cada día de mi vida. Escuchar es algo más que prestar atención a lo que se oye. Es más que atender. Es lo opuesto a quedarse con los brazos cruzados, las orejas en desuso, gachas o caídas. Me da la risa al pensar en semejante imagen. A mediados del mes pasado cuando caminaba (atravesando una de esas mañanas en las que el frío te desafía mirándote de frente y sin piedad) me ocurrió algo lo suficientemente extraño cómo para no desear escribir sobre ello después. Vi a enero bostezar. Lo encontré tumbado de cualquier manera debajo del esqueleto durmiente de un árbol milenario con sus treinta y un días enroscándose sobre sí. Se arrancaba los pelos de su cabellera blanca, uno a uno, mientras bostezaba sin disimulo. Aburrido y apático, como si la existencia, o lo que era peor, la vida no fuera con él. Busqué algo para lanzarle. Una piedra afilada y pequeñita, le tiré. 《¡¡¡¡ Ehhhh!!! ¿Se puede saber qué haces?》 , me gritó. 《Espabilarte. Despertarte. Pareces vagancio en el peor de sus días. No es propio de ti que te comportes así, mes primero y puerta 》 , le respondí.  《Me aburre la monotonía del paisaje, la falta de historias, el impás en la narración; además del cielo gris como carpa de circo cerrada hasta la próxima función》 , me indicó. 《¡Escucha!》, le sugerí. 《¿El qué? Si todo es un gran silencio. Vasto y tangible》, me contestó un segundo antes de bostezar de nuevo. 《Escucha atentamente. Porque en lo que tú crees que todo es silencio está la emoción. Olvídate (si lo prefieres) de todos los sentidos, salvo del oído. Concéntrate en el oído. Vive para escuchar y escucha para vivir. De manera que lo que escuches corra por tu interior e impida quedarte con la percepción helada por el aburrimiento 》, le ordené. 《¡Paparruchas! Si tan importante es, escucha tú 》, malcarado, me respondió. 《Lo hago cada día de mi vida. Sólo requiere despejar los sentidos para que el oído trabaje más que el resto. No es tarea difícil para mí, puesto que soy buena oyente. De hecho, amo escuchar》, le dije. 《¿Y qué amas escuchar? A ver, listilla, entretenme un rato》 , me soltó mientras se rascaba con los dedos de una mano, la palma de la otra. 《 Amo escuchar el mundo natural, los pájaros, los animales con los que me cruzo en mi caminar, el viento en la copa de los árboles, el gritito emocionado cuando reconozco las bondades que mi Dios me brinda, la lluvia pisándome los talones, los insectos libando el néctar de la flor, la flor abriéndose a la vida, la vida abriéndose a mí con cada amanecer, el agua de arroyo de verano, la gota de sudor deslizándose por mi piel, la avioneta de Denys sobrevolando las colinas de Ngong mucho antes de verla aparecer, el copo de nieve posándose en la punta de mi nariz, el frufrú de mi anorak rojo, el rítmico sonido de mis bastones y mis pisadas, los pensamientos vagabundos que mi mente me lanza como anzuelos, los latidos ilusionados de mi corazón agradecido por todo lo que mis ojos ven. Y cuando el exterior se queda al otro lado del grueso muro de La Madriguera: la voz única, singular y vibrante, la calidez de la voz que narra la historia, la voz del amor》 , le respondí de carrerilla y desde el corazón. 《¿Y por qué amas escuchar toda esa sarta de tonterías?》, me preguntó, sorprendiéndome puesto que pensé que había dejado de atender mi retahíla al llegar a la mitad. 《Porque todo ello es hogar para mí. Chimenea que arde en el refugio que habito. Amo el silencio, mi Dios sabe cuán de necesario y vital me es; pero la voz que en él se cobija, también, es algo de lo que no puedo prescindir 》, le respondí, dibujándose una enorme sonrisa en mi rostro, puesto que sentí tan enorme dicha y fortuna por todo lo que en verdad me rodea, que dejaron de importarme sus bostezos y lo que pudiera contestarme a continuación.


“Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Efesios 5: 15-16”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 7 de Febrero de 2022 )